Tal parece que, a lo largo de la pandemia del COVID-19, cada día nos hemos despertado con un nuevo dato histórico que jamás había sucedido en la historia de la humanidad. Y, para los que tenemos el privilegio de estar trabajando en casa, esto significa que tendemos a prestarle más atención de lo normal a las noticias que van surgiendo durante la mañana, mientras estamos de alguna manera conectados con la oficina.
Definitivamente, no podríamos decir que la mañana del lunes 20 de abril transcurrió como cualquier otra. Mientras preparábamos nuestro primer café y leíamos los correos del fin de semana, el petróleo West Texas Intermediate (WTI) de Texas, Estados Unidos—la principal referencia para la mezcla mexicana—perdió más de 20 dólares de valor en unos minutos, y cerró sus “futures” cotizando en terreno negativo por primera vez en la historia.
Los medios tomaron la noticia como una señal más del fin del mundo. Los memes no tardaron en aparecer. Y aunque este dato (¡obvio, el precio negativo de cualquier cosa!) es sumamente taquillero y amarillista, la causa de que haya sucedido es por demás simple, y el rango de tiempo en el que cotizará en ese precio será—si todo sale como el mundo espera—breve.
Primero, empecemos hablando de cómo se vende el petróleo en el mercado internacional. El intercambio se hace por medio de contratos que se deben cumplir en una cantidad determinada de meses, es decir, se ordena por adelantado; no es una labor de ofrecer día a día el producto a los compradores, o bien, un sistema de cambaceo. Por ello, el precio que marcan los mercados refleja el optimismo o pesimismo de la comunidad sobre la colocación del petróleo en los siguientes meses.
Ahora bien, el 20 de abril, la mezcla WTI—así como otras que suben o bajan relativas a ella, entre ellas, el crudo nacional— comenzó a cotizar debajo la barrera de su costo de producción en camino a los 0 dólares, a raíz de un hecho muy simple: sucede porque el productor, ya sea privado o público, ya no tiene la capacidad de almacenar más barriles en sus instalaciones y tiene que pagarle a terceros para sacar de sus bodegas el producto excedente.
Esto, aunado a diferentes factores alternos como una sobreoferta mundial que se dio a raíz de conflictos sobre la cantidad de producción que deberían tener los mayores productores del mundo —encabezados por Rusia y Medio Oriente—, la crisis sanitaria actual, y los bajos números del futuro del consumo que han reportado los países que comienzan a salir de las garras del COVID-19, han tildado de un estatus “basura” a un contrato de crudo que se habrá de entregar en mayo, para el cual no existe espacio de almacén y obligará a algunos clientes a contratar barcos como bodega temporal.
Hacia el final de la jornada, los analistas comenzaban el recuento de los daños. La mezcla WTI cerró con una caída de 306% en tan sólo unas cuantas horas laborales, y cerró en (-)37.63 dólares por barril. Por su parte, la mezcla mexicana terminó en una baja del 116%, a (-)2.37 dólares.
Sin embargo, la gente que pensaba ya tocar las cornetas del apocalipsis tendrá que esperar un poco más. Este colapso del “oro negro” sucedió —de forma vertiginosa, claro—por los mencionados contratos indeseables que vencen en los próximos meses. El otro “petróleo famoso,” el Brent europeo, no siguió los pasos de sus primos americanos, ya que cerró la jornada arriba de los 25 dólares—un precio bajísimo para sus estándares, pero al menos en el lado positivo de la balanza.
¿Qué significa esto para México? Incluso más incertidumbre de la que ya tenemos. Aunque la economía mexicana ha estado luchando para salir de la dependencia al petróleo durante la pasada década y fracción, es importante señalar que algunas políticas públicas del actual Gobierno han sentado bases en el ingreso petrolero, tanto así que el precio referencia dentro del Presupuesto 2020 fue de alrededor de 49 dólares por barril, algo que —al día de hoy— se percibe inalcanzable de nuevo.
Actualmente, de cara a la inédita catástrofe del nuevo coronavirus, el mundo tiene cosas mucho más preocupantes que el precio de un producto industrial; evidentemente, la gente marca la pauta, puesto que la demanda por petróleo ha bajado un tercio desde el inicio de la crisis, y en los últimos 12 meses, el precio del barril para miembros de la OPEP ha descendido en más del 70%.
Uno podría pensar que, al fin, los grandes corporativos se dieron cuenta que sin gente, no hay ingresos. Esperemos que no sea demasiado tarde.