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Marisol Tello, la capitana del barco Escuela de Comunicación y Empresas de Entretenimiento

Por: Escuela de Comunicación

05 de noviembre del 2021

Mary

 

La doctora Marisol Tello Rodríguez, capitana de un barco que se llama Escuela de Comunicación y Dirección de Empresas de Entretenimiento, recuerda bien su primera jornada al frente de la carrera de sus amores hace ya 20 años. 

 

Aquel día, fiel a su estilo de sorpresas, José María Sabín Sabín, entonces Rector de nuestra Casa de Estudios, la llamó de repente, le confirmó el cargo y le dijo, sin ceremonia alguna, que ya era tiempo de dar a conocer la noticia. 

 

Así, le pidió a Marisol que lo acompañara hasta el Gómory: allí estaban reunidos un buen número de los futuros comunicólogos que integraban la planta estudiantil en el ya lejano 2001.

 

“Entré al auditorio Gómory y estaban reunidos todos los alumnos de la escuela con Memo (Guillermo Fournier), así como algunos de los profesores. Me presentaron y me hicieron hablar en frente de todos. Ése fue mi primer día [...] me acuerdo muy bien de ese día en el auditorio con todos los chicos enfrente [...] recuerdo haber visto las caritas de todos [...] pero lo que vino a mi cabeza, entre emociones e ilusiones, fue que pensé: <<Gracias, Jesús, por haberme dado el privilegio de dirigir la escuela de la que egresé>>”, recuerda. 

 

 

De esta forma, al comenzar en el cargo, Marisol descubrió una Escuela con un crecimiento increíble, y que si bien estaba bien consolidada hacia adentro, como la propia Universidad del Mayab, necesitaba proyectarse hacia el exterior, una enseñanza que había aprendido de quien es, a la fecha, uno de sus grandes mentores: el padre Eamonn O'Higgins, LC. 

 

“Creo que por la lógica que traía de la Vicerrectoría Académica y la visión que el Padre Eamonn me había impreso de abrir a otros espacios la Universidad, de hacer otras cosas, pues inmediatamente pensé en que nos hacía falta un posgrado, estar en el CONEICC, hacer eventos grandes [...]  También venía con la lógica de las acreditaciones, estábamos saliendo de Fimpes y estaba viendo lo que hacía otras universidades y pensé que todo lo que se había hecho daba para más”, agrega.

 

 

Como muchos saben, “aquel daba para más” se volvieron 20 años de mucha entrega, trabajo y sacrificio. A fin de cuentas, para nadie es un secreto que las luces de la última oficina del lado izquierdo de la planta alta del edificio seis fueron las últimas en apagarse por años. Muchísimas veces, ni siquiera se apagaron. 

 

Por ello, si existiese una competencia sobre quién ha pasado más horas en la Universidad Anáhuac Mayab en las dos últimas décadas, Marisol, aunque lo niegue, sería una de las indiscutibles finalistas.

 

Pero, ¿por qué lo hizo? ¿Qué le ha dado esa tenacidad para no rendirse un solo segundo en cuatro lustros? Quienes la conocemos como maestra, directora y amiga, sabemos bien la respuesta: la Virgen María, a quien le tiene una ciega devoción y a quien nos encomienda a todos siempre, así como a ese otro pedazo del corazón que son los alumnos, aunque ella habitualmente se refiere a ellos de otra manera: “mis niños”. Siempre usa esa palabra. 

 

―¿A qué generación recuerdas con especial cariño?

 

―A todas. No puedo decirte solo una. ¿Te digo cómo lo veo? Para mí es como si la generación fuera una persona y creo que si me dieran una lista de egresados por generaciones y yo te tuvieron que ir diciendo, te podría decir algo lindo, bueno y maravilloso de cada generación [...] además cada generación de acompaña en un momento específico de vida personal… puedo recordar a las primeras generaciones a las que les di clase y con quienes aprendí a ser maestra. Esas generaciones me marcaron en el pedacito de corazón docente, ¿no? Hay otras que marcaron por hacerme fuerte porque había a algunas personas que debíamos dar de baja, lo que siempre me ha parecido muy doloroso, y otras que me marcaron porque eran maravillosas, porque no quería que se fueran, aunque, carambas, creo que no hay ninguna sola que no desearía que regresaran.

 

 

Recién nombrada vicerrectora académica de la Universidad Anáhuac Mayab -por parte del Ingeniero Miguel Pérez Gómez, nuestro apreciado Rector-, y próxima a tomar el cargo este primero de noviembre, Tello Rodríguez concluye la entrevista hablando de los retos que la Anáhuac Mayab enfrenta tras el confinamiento y cómo deberá responder a las transformaciones que se avecinan. 

 

Sin duda, el futuro sabe a esperanza, pero también exige nuevas transformaciones, nuevos desafíos, nuevas formas de inventarse. Algo sabrá ella de eso. Por algo es la primera mujer que se ocupará de los destinos académicos de una de las Universidades más importantes del país. 

 

Sin embargo, el nudo en la garganta que genera a tantos ya tantas su partida de la escuela de sus amores, es una señal, un aviso de que ―aunque el barco seguirá navegando con rumbo firme y lejos de tempestades porque lo conduce un gran maestro― se viene un huracán de nostalgias. 

 

Es como para pedirle a Marisol Tello, que siempre lo puede todo, porque tiene a Dios de su lado, que se vaya sin irse, que se quede estando lejos y que siga siendo capitana, aunque ya no tenga el timón en sus manos. 

 

A fin de cuentas, si somos un barco, si navegamos por la vida formando marinos expertos en lenguajes que atraviesan el viento y espantan turbonadas, Marisol tiene que entender que se va sin dejarnos y que se queda en esta cubierta, a pesar de que se baja en el muelle. 

 

Ciertamente, quizás ahora deba vivir más tiempo en tierra firme, sin embargo, en este barco que navega por el ancho mar de la comunicación, nadie podría olvidarla, reconocida como es inclusive en todos los puertos vecinos y por todos los navegantes de antaño. 

 

Así, inclusive en el más remoto de los futuros, hasta los olvidadizos mirarán con orgullo que este inmenso bote, llamado Escuela de Comunicación y Dirección de Empresas, no naufraga ni se bambolea, porque tuvo a los mejores maestros, pero también a la mejor de las capitanas. Esa que se va y se queda a la vez. Era una mujer grande. Se apellidaba Tello Rodríguez y se llamaba Marisol. 

 

Texto: Alejandro Fitzmaurice Cahluni

Fotografía: Comunicación Institucional Anáhuac Mayab

 

 

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